
¿A quién no le han hecho perder más de una vez la paciencia? ¿Quién no ha pasado una noche en vela cuidando una fiebre o incluso después de haber estado muy majadero porque está demasiado tranquilo? ¿Quién no ha quitado de su boca el alimento para dárselo? ¿Quién no ha renunciado a necesidades personales por darles un gusto? ¿Quién no ha llorado junto a ellos por su pena o por la pena que ellos mismos nos causaron? ¿Cuántas dudas sobre qué será mejor hacer y cómo para asegurarnos de que mañana sean hombres y mujeres de bien? ¿Cuántas veces equivocamos la palabra, el gesto, la respuesta o el momento pero sólo porque nuestro deseo de hacerlo mejor pudo más que la sensatez y el buen juicio?¿Cuántos planes quedaron esperando hasta que fueran mayores o cuándo ya no les haga tanta falta…?
Y talmente pareciera que la maternidad es sólo un acto de renuncia y preocupación, pero es que amamos tanto a esos seres que llevamos en nuestro vientre que todo eso desaparece en el instante en que nos regalan una sonrisa, nos aprietan contra ellos, nos prefieren, nos agradecen el apoyo o simplemente sonríen porque son felices o triunfaron, incluso si olvidaron que fuimos parte de su éxito no importa, porque nosotras no los trajimos al mundo para que nos paguen nada, sino porque sabíamos que la plenitud de nuestro ser sólo se alcanza cuando multiplicamos nuestra carne y nos volvemos fuente de vida…
A todas las madres que lleguen estas palabras va en ellas mi deseo personal no sólo de que pasen un buen día, sino que tengan una infinitud de jornadas en las cuales sentirse dichosas por ellas mismas y sus hijos…. ¡FELICIDADES!
PEQUENOS DETALLES:
Esta imagen es la primera que registramos de India después del 6 de abril, representa el primer momento en que pudo sentarse en una silla, todo un suceso en casa, para la familia vecinos y amigos y parece algo tan normal, que quienes nunca han estado privados de tal posibilidad quizás no comprendan el revuelo ni la alegría...
En el transcurso del día a día muchas veces pasamos por alto “detalles” sobre los que sustentamos mucho de nuestro bienestar, en las últimas semanas de la mano de India redescubro algunos de ellos.
El lunes 18 al fin su cuerpo quedó libre de yeso y pudo volver a ponerse blúmer, después de dos meses y 12 días llevando culeros desechables el gozo que le produjo es indescriptible.
Ayudada por un andador reinicia su caminar dentro de casa, con pasos inseguros, de una habitación a la otra y sin embargo cada vez que la veo avanzar esos escasos metros me desborda la alegría porque veo la enorme distancia que recorrió entre el limbo de la muerte y la vuelta a la normalidad, ella con esa inmensa fuerza de voluntad que cada día nos enorgullece más insiste en trazarse metas superiores, en buscar las energías para acortar el tiempo de recuperación.
El pasado viernes por primera vez después del accidente pudo sentir el agua correr por su cuerpo, baños a pedacitos, conteniendo las humedades para no mojar el yeso, la quemadura o la porción de donde se tomó el tejido para injertar lo hacían imposible, parecía una niña pequeña jugando con las gotas de agua y eso que las limitaciones de movilidad todavía le impiden el gozo de la ducha.
Hoy dejó la cuña y volvió al inodoro, jamás deben haberse pronunciado vocablos tan encomiosos de un común retrete y sé que lo que más festeja es de a poco poder escaparse de la cama, también hoy concluyó los exámenes de su séptimo grado y lo ha hecho con la excelencia habitual en su rendimiento académico.
Todavía el injerto lleva cuidados especiales, el riesgo de los queloides nos ronda y con ellos cirugías reconstructivas en el futuro, la preso terapia le causa molestias, asociadas en lo fundamental al calor pero parece estar arrojando resultados favorables, hay que esperar, espera por la coloración definitiva de la piel, la cicatrización, la recuperación en la fisioterapia pero ahora hay algo que tengo: el goce de esas pequeñas victorias, le insuflan un ánimo contagioso.
Ella se queja de ese camión no le dejó un hueso sano y a mí me hizo añicos el alma, duele verla transitar por ese camino del dolor y aunque la recuperación avanza todavía no logro la calma que algunos suponen ya debería embriagarme, mis pocos momentos frente a la máquina los invierto en la red leyendo materiales médicos, buscando información que me acerque al entendimiento de qué sucede y cómo hacerlo, aunque como antes dije la ayuda de todo el personal de salud ha sido invaluable, incluso aquí en casa, donde recibe el seguimiento preciso.
A veces creemos que los grandes cambios en la vida suceden con hechos como la graduación, el matrimonio, a llegada a la adultez, pero para mí este accidente removió los cimientos y una vez más me hace redescubrir que esas nimias cosas del día a día pueden darnos mucha más felicidad que la que esperamos de sucesos trascendentales. Con sus trece años India me enseña nuevamente a vivir.
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YOLANDA MOLINA
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