Al
pequeño grupo de personas que
aprende de sus errores…
aprende de sus errores…
CAPITULOS DEL 1- 5
1
El sonido de las campanas de la iglesia emergía una detrás
de la otra hacia el cielo rabiosamente encrespado de blanco y azul. Los fieles
terminaban de entrar .Cuando el padre inicio la misa de las seis, ya Alfredo
tenia esculpido en la acera las huellas de sus zapatos.
Entre las idas y venidas, dentro del pequeño tramo que había
escogido para la espera, las colillas de cigarro comenzaban a formar una fina
capa alrededor de la bicicleta “Forever” recostada a la recién restaurada
pared.
Cuando la decepción asomaba en cansancio, unos pasos
apresurados marcaron con énfasis la atención del joven hacia la esquina.
En un sobresalto se incorpora. La muchacha llega
definitivamente a su lado, el hombre tira lo que le queda del cigarro.
_ Vamos… - le dice nerviosa casi en un susurro.
Alfredo toma la bicicleta dirigiéndose a la calle
atestada de transeúntes y coches de rustica construcción tirados por caballos.
La mujer le sigue en silencio. Cuando el joven ocupa el sillín,
Tatiana sienta sus casi perfectas proporciones en la parte trasera abrazándole
la espalda por la cintura.
Se mezclan, con los cientos de personas que peregrinan las calles en su
diario quehacer. Los que vienen, los que van, los que tratan de sobrevivir en
la jungla de problemas sin dejar que el
pantano de la desesperación los ahogue.
2
Llegan al parque.
Alfredo se detiene, Tatiana baja del biciclo. El joven
toma de la mano la bicicleta y con la otra rodea la cintura sensual de su novia.
Caminan despacio sobre el pavimento. Alrededor, la algarabía que provocan los
juegos escolares les abanica el aire. Se dirigen a un banco algo apartado del bullicio.
Es en el parque, uno de los pocos lugares donde encuentran la paz interior y se
enajenan del mundo que los rodea tanto como quieren.
El hombre asegura la bici al frente y ocupa su lugar al
lado de la muchacha que le espera.
_Que le inventaste
a tu abuela? – Alfredo habla primero.
_ Un cuento… - responde en un suspiro de cansancio
_ Que no te creyó…
_ La verdad es que no me importa.
_ Esta situación me tiene harto.
Y se abre de brazos sobre el frio granito de la banca. La
joven le mira.
_ Quien más me preocupa es el niño.
_ Menos mal que no es un bebe.
_ Precisamente. Ya tiene cinco años y no quiere quedarse
con nadie.
_Lo que es una ventaja para la vieja, no?-se deja rodar
un tanto sobre el asiento.
_Alfredo, no me gusta que la llames así.
_ Es que me da rabia ver, como quiere gobernar tu vida.
_ Hasta cierto punto… tiene derecho.
_ Ah sí? – se incorpora un tanto – Porque te crio’?
_… y porque no trabajo
y vivo en su casa y nos sostiene con la pensión que recibe.
De nuevo habla el silencio. Pero esta vez, es Tatiana
quien lo interrumpe.
_ El niño… es su arma
_Quítasela
_ Cómo?
_ No se… - piensa el joven – Tráelo contigo.
_ No puedo – se reclina
Alfredo, en gesto contrariado que le caracteriza frunce
el seño.
_ Por qué’ a ver…?
Tatiana suspira, sabe que va a doler pero no puede
esquivar una realidad palpable.
_ Llevamos juntos algún tiempo, pero todavía no hay nada
seguro – le mira buscando comprensión – El niño puede acostumbrarse a ti y luego…
_ Me doy cuenta de
la idea que te has formado de mí… y de todo esto -le interrumpe ronco por la decepción.
_ Tu no eres mi primera relación desde que me divorcie’ Alfredo, lo sabes.
_ Que poco me conoces Tatiana.
_ Al contrario; te conozco y conozco los problemas que
tienes con tu papa’ por mi causa – la palpa la mano con suavidad – Cariño, todavía
no sabemos cómo va a terminar…
Alfredo le coloca amoroso un dedo sobre los labios.
_ Ven, acércate…
Sus ojos le estaban diciendo, cuanto le amaba. No dudaba
de lo que sentían el uno por el otro. Tenía miedo, un miedo atroz al
presente y la asfixiaban los acontecimientos. Cuando le conoció’ no imaginaba
que llegarían tan lejos. Ni tan siguiera cruzo’ por su mente la posibilidad de
ir más allá’ de una simple amistad. Alfredo, no era santo de su
devocion.Nada que ver… o tal vez si.
Su niñez había transcurrido relativamente normal dentro
de lo que cabe, en una sociedad llena de privaciones y escandalosas discusiones
que en ese momento no comprendía.
Fue de mayor. Supo a los dieciocho porque su padre no le quería;
mejor dicho, le quería a su manera. Con grandes cuotas de resentimientos y cero
muestras de cariño. Se lo conto’ su abuela, cansada de verla llorar con cada
despedida; se lo conto’ el día que su padre le dijo que era mayor de edad y su
vida se independizaba, se lo conto’ porque
ya el sufrimiento de Clara
era superior a sus fuerzas desgastada
con los años. Años consumidos por la vida, el marido y sus tres hijos.
A veces, Clara se culpaba otras no. Atender a Eugenio era
su prioridad. Le habían enseñado sus obligaciones desde pequeña: el hogar y el marido.
¿Su mundo? un sin fin de pasos apresurados en un mínimo espacio entre frías
paredes y grises cacerolas. Que
Eugenio guapo y con dinero, a pesar de
ser mucho mayor que ella fuera mujeriego,
lo entendía. Pero que abrigara un corazón
despiadado…
Se lo hizo ver la noche que la obligó a tener sexo casi recién
parida de Maricela, la madre de Tatiana. Su puta lo dejó con ganas y el acto
trajo consecuencias que ella al final agradeció porque su vientre quedó estéril
después de la infección.
Consciente del asco que su presencia le provocaba,
Eugenio en venganza por el desprecio requería su deber de esposa con más
frecuencia y cada entrega constituía una
violación.
Lo peor venia en el día cuando veía a sus hijos sufrir en
carne propia la rabia de su impotencia y ella nada podía hacer. La única
vez que se opuso empeoro él castigo del
mayor que terminó encadenado en la trastienda sin alimentos por dos días.
Con los meses, el simple hecho de comprar los víveres se convirtió en una
tortura. La relación de Eugenio con su amante se hacía cada vez más pública. Le
avergonzaba salir y escuchar a su paso,
como taladro en los oídos el murmullo de la gente. Sin embargo, se entero’ de
que la mujer era viuda y tenia dos hijos
a los que su marido le pagaba la matricula en la mejor escuela del pueblo. Pudo
ver con sus propios ojos la casa que les compro y respiro’ aliviada cuando
finalmente se mudo’ con su nueva familia. Al siguiente año, le llegaron los
papeles que debía firmar.
Practicamente,el divorcio no le trajo beneficios. Se quedó
con la vivienda, pero los gastos eran superiores a la baja manutención. Aunque
trabajaba de lavandera, en las matriculas escolares y las necesidades primarias
se le iba casi todo el dinero. Tuvo que
vender al no poder sostenerla además, le rompía el corazón ver llorar a los
niños cuando su propio padre les pasaba por el lado manejando su Cadillac sin
reparar en ellos, mientras los hijos de
la mujer se burlaban detrás de los cristales de las ventanillas del auto.
Compró una casita pequeña en las afueras y la emplearon como cocinera en la única cafetería
del barrio. Clara trabajo’ hasta que sus hijos fueron mayores. Eugenio (hijo)
se graduó’ de ingeniero y Jesús de mecánico automotor. Ya tenían sus propias familias,
de cuando en vez la visitaban y le ayudaban con algo para completar la educación
de Maricela, la única hembra y su hija menor y que, muchos dolores de cabeza
les había causado.
Maricela se crió prácticamente sola .Clara trabajaba y su
tiempo estuvo limitado. Pagó primero a un circulo infantil y luego a un semi-internado.
Cuando la adolescente entro’ en la secundaria, Eugenio (padre) murió.
En el hospital, una furtiva mirada hacia la esquina de la
cama donde colocaron abandonada la silla vacía del acompañante, le recordó’ a
Eugenio el momento en que la enfermera le pregunto’ sobre los familiares
ausentes. En la penumbra, mientras sus
lágrimas manchaban la pulcritud de la almohada,
el anciano rezaba porque le llegara pronto su muerte.
Entre comadres hubo muchos comentarios algunos a favor
otros en contra, pero nadie puso en duda que Eugenio se había ganado
lo que cosecho’: el desamor de sus verdaderos hijos. La frialdad de su
familia y el desprecio de la única mujer que al principio, le amo’.
Los hijos fueron al funeral por puro compromiso, ni
los adoptivos sintieron la pérdida. No
hubo testamento y si existió la viuda se encargo’ de callar cualquier tipo de
comentario aunque a Clara y sus hijos poco le importaba.
No se tomaron el trabajo de averiguar, si estando
vivo cuando le necesitaron no lo tuvieron,
después de muerto junto con el ataúd también enterraron su recuerdo.
Maricela fue la más perjudicada. Era huérfana teniendo
padre y lloraba los brazos maternos en el círculo infantil cada vez que a fuerza,
con el amanecer se desprendía de ellos. El mayor de los tres, recogía a sus
hermanos al salir de la escuela y
juntos regresaban a casa. Generalmente
al llegar, solo Eugenito le esperaba despierto .Clara tenia que trabajar casi
doce horas diarias para mantenerlos pero esto, era imposible que los mas
pequeños pudieran entenderlo .Si para los varones la situación se tornó difícil,
en la niña constituyo’ un verdadero desastre.
Era desobediente y contestona. Respetaba solo a su
hermano mayor y culpaba a su madre de que su padre la hubiera abandonado.Quizo
irse a vivir con él. Clara con dolor en
el alma respeto su decisión. Hablo con Eugenio en su presencia y la negativa hirió
tanto a la joven que la hizo caer en una crisis depresiva crónica que requirió
de un psicólogo y tratamiento médico.
A partir de ese instante, se hizo más fría la relación
.Maricela se convirtió en una joven rebelde. Se escapaba con frecuencia de las
clases, se reunía con delincuentes y en
las reuniones de padres Clara soportaba como mártir las terribles quejas
de sus profesores. Fuera de control, la
amenazo’ con internarla en un correccional. La chica escapo de la casa, abandono’ sus estudios y
se fue a vivir con el novio. Cuando su madre y el hermano la fueron a buscar
Maricela se negó’ a regresar, sin embargo a las seis semanas el muchacho la devolvió
sin muchas explicaciones alegando a su favor el fuerte carácter de la joven. Pero
al entrar en la décima semana, Clara tuvo la certeza de que su hija estaba
embarazada.
La madre del novio desconocía la existencia de Maricela.
A su vez, Clara se enteró’ de que el hombre estaba comprometido desde hacia
meses con otra muchacha y en esos días se preparaban para casarse. La noticia corrió
como polvora. La boda fue suspendida y los novios rompieron su relación en tanto obligado, el joven se caso’ con
Maricela y el matrimonio termino’ en un
rotundo fracaso. Cuando nació la niña en vez de felicidades y amor, Tatiana recibió’
de sus padres solo rechazo y un sutil desprecio.
Cuando él bebé cumplió seis meses ya se habían separado y al año Maricela tenía
una nueva relación con un antiguo compañero de aula que trajo consigo en su
ex-pareja la duda, sobre la paternidad de la bebita. Pero esto, lejos de
preocuparle a Maricela no le importó. Clara
acepto’ quedarse con su nieta para que Maricela, estudiara, pero al graduarse
ella y su novio decidieron casarse. Definitivamente, Maricela dejo’ a su pequeña hija Tatiana, de tres años al cuidado de su madre. Se fue a vivir con el
marido y los abuelos de este, que no aceptaron la presencia de la niña en su
casa. El inconveniente se fue extendiendo y
cuando la pareja por fin tuvo casa propia, ya habían procreado dos hijos
y Tatiana celebraba sus quince primaveras
donde siempre vivió: junto a su abuela materna.
A la otra abuela la veía rara vez.
No entendía porque sus padres las veces que hablaban se
peleaban y mucho menos por que’ conservar una foto de ambos juntos era todo un problema.
Solo una vez logro el milagro en su fiesta de quince y el recuerdo le traía
pesadillas. A la legua se notaba que la presencia de uno molestaba al otro y
sus respectivas parejas.
Lloro mucho por las negativas hasta que su abuela Clara,
molesta intervino. El resultado: una
imagen horrorosa que muchas veces le daban ganas de romper. A los dieciocho
logro’ entender. Sentía lastima por los dos y a la vez rabia. ¿Cuál era su
culpa? Pidió’ una audiencia y el Juez, autorizo’ la prueba. Mostro el resultado
a su padre: “POSITIVO” 99,9 %.
Realmente, era su hija.
Pero el mal ya estaba hecho y su alma no estaba preparada
entonces para perdonar. No en esas condiciones. Coloco el amarillento papel
junto al álbum de escasas fotos familiares poniéndole punto final a su cuestionada
historia del ADN.
¿Fue feliz? Por etapas.
Estudió cinco años en la Escuela Nacional de Arte. A la
edad adecuada se enamoró, en el tiempo prudente se casó, a los tres años de
matrimonio nació Julián y dos años después, la pareja se dió cuenta de que se habían
equivocado. Recién cumplió los veintiocho
y hacía tres años que asistía al “Club de las divorciadas” (Periodo en el cual había
tenido ya, una relación pasajera).
A principios del pasado año, llego’ a la conclusión de
que podía darse una segunda oportunidad aunque la elección, a consideración de “terceros”,
no fue la mas adecuada.
Así resumía
Tatiana su Curriculum íntimo y familiar.
3
“Cinco para las once”. Se dijo al mirar el reloj digital
y entrecerró los ojos, recostando en el respaldar la cabeza de hilos plateados
alineados en moderno corte.
Con ritmo uniforme moviase el viejo balancín. Hacia los lados,
pendían hilachos de flecos que remataban
las orillas del manto cruzado sobre el pecho. En la radio anunciaron la melodía.
Clara suspiro’. Apenas imperceptible, el llavín giró en vano esfuerzo por abrir
la puerta .La mujer abrió los ojos.
_ Quién es? – pregunto
_ Soy yo abuela.
Clara se puso de pie acercándose. Con mano firme corrió
el cerrojo y se retiró nuevamente ocupando su anterior lugar.
Tatiana entra .Sabe que tiene sobre si la mirada
acusadora .Va hasta el sofá dejándose caer. Fija sus ojos en el techo y espera.
El silencio le incomoda. Aun así prefiere callar y dejar que ella inicie la conversación
archiconocida de siempre. Se inclina al
frente quitándose los zapatos y le mira, pero nada sucede. Los ojos pardos, absorben el brillo juvenil de los de su nieta
y le parece ver en ellos su propio cansancio.
Tatiana se pone de pie dirigiéndose a la puerta cerrada.
La abre con especial cuidado. Dos
camitas personales colocadas en forma paralela acomodan al centro de la habitación.
En una, la mota de pelo negro se mezcla con las pelusas azules de las patitas
de un conejo peluche . En la otra, destaca la pulcritud de las sábanas blancas
cuidadosamente preparadas. Tatiana se retira cerrando tras de sí y vuelve a la
sala.
_Andabas con él…- afirma
_ Sí.
Se inician los movimientos uniformes de la mecedora
_ Que le ves?
_ Me ama.
_ A mí me diera vergüenza.
Tatiana hace una mueca
_ Ya sé.
Clara se incorpora un tanto
_ Piénsalo bien hijita…yo quiero que todo salga bien.
_ Pero ni tu ni él lo permiten. Desde el principio ha
sido un problema.
_ Porque somos
viejos y tenemos…
_ ¿Cómo lo hiciste abuela? – le interrumpe
Clara le mira sin entender
_ ¿Cómo hice qué?
_ Eso, la experiencia…
¿no era lo que ibas a decir?
_ Pues sí.
_ Yo también. Yo también
quiero tener mi propia experiencia.
La abuela
desaprueba con la cabeza en
movimientos lentos.
_ Sé que soy mayor que Alfredo, que tengo un hijo…-
manifiesta Tatiana con voz cansada - él lo acepta. Es más, no le importa.
_ Ahora… -murmuró - Mas adelante ya veremos.
_ Si tú supieras cuanto duele…
_Perdona hijita…pero al final el niño va a ser el más perjudicado. ¿Ya pensaste en eso?
_Cada minuto, cada segundo de mi existencia.
Se inclina y suspira, descubriendo la tristeza en sus
hermosos rasgos.
_ Estoy enamorada… pero tengo mis pies bien puestos sobre
la tierra.
_ A ese perro ya le conozco la mordida.
_ Ah no abuela – se desespera - … no intentes compararme
con mi madre.
_ Ella también…
_ Pero yo sufrí las consecuencias… - sus ojos se
humedecen - ¿Crees que quiero eso para mi hijo?
Se miran protegiéndose con razones y en el fondo, ambas
tienen miedo. Recuerdan el pasado instantáneamente: el llanto inocente que reclama
el amor de los padres, las tantas preguntas sin respuestas, los regalos prometidos que nunca llegaron ,
las ausencias en navidades , los momentos donde solo ellas dos tejieron sueños
. Recuerdan… y la voz de la anciana suena ronca al romper el silencio.
_Es tarde - dice y
se pone de pie disimulando una lágrima.
Tatiana se acerca a la mujer deteniéndola al frente.
_ Sabes que… te quiero mucho, mucho abuela.
_Yo también.
Y se refugia en los brazos siempre protectores, listos a recibirle.
En tanto… Alfredo camina las calles despojadas a esa hora
de transeúntes. La oscuridad de la noche armoniza con sus lúgubres pensamientos.
La bicicleta de mano, cabisbajo, suspira cuando divisa la entrada de la casa
donde sabe, le espera su padre y no desea llegar y no desea verle y mucho menos
desea hablar.
El sonido de la verja le recuerda que debe engrasarla, o
tal vez no. Le gusta la sensación de abandono que experimenta con cada vez.
Cierra despacio prolongando el chirrido. Finalmente, vence el espacio del pasillo que lo separa de las escaleras al
segundo piso. Coloca la bici debajo y la amarra con el candado a los barrotes
del pasamano. Guarda la llave en el bolsillo y sube los peldaños de dos en dos.
La luz de la lámpara
de la sala ilumina el rostro contraído
del hombre, que lo juzga. Tiene las manos dentro de los bolsillos de la bata y
Alfredo las imagina en puño cerrado, proporcional a la cólera que le provoca su
desobediencia. Desobediencia que no puede ni está dispuesta a evitar.
_! Tenemos que hablar!
_ Tu no me hablas papá…
_ Te guste o no vas a escucharme - dijo conteniéndose - !Siéntate !
_ El problema… es que aún no quieres aceptar que yo crecí.
_ Alfredo… - y mordía cada palabra- he dicho que te sientes…
Alfredo le mira directamente a los ojos. Los mismos que alguna vez le expresaron cariño y ahora
escupen cólera e impotencia.
_ Estoy bien de pie.
Omar toma aliento y algunos segundos, antes de intentar
lo que considera una conversación.
_ Como quieras.
Se pasea de un lado a otro hasta detenerse justo al
frente de su hijo. Lo cierto es que se le parece mucho… y si, ha crecido. Es más alto y fornido. Pero no tiene el mismo espíritu
que el en sus años mozos.
_ A mí no me importa con quien andes… pero estas tomando
las cosas muy en serio.
El joven se encoge de hombros imaginando a dónde su
padre, quiere llegar.
_ Esa mujer no te conviene.
_ Porque lo dices tú.
_! Porque lo digo yo no, coño! Porque todo el mundo lo
ve.
_El mundo me tiene sin cuidado - responde cansado
_ Está bien - se retracta - porque lo digo yo y punto.
_ Tal vez no sea como tú, papá y lo que a ti te parece no
es lo que pienso yo en este momento...
Omar levanta una mano
señalándole con el dedo en actitud amenazante.
_ Mira a ver… como me hablas muchachito.
Alfredo baja la cabeza con cierta impaciencia.
_ La realidad es que esta conversación no va a llevarnos
a ninguna parte.
El hombre piensa. Quizás
su hijo tenga razón y él está’ equivocando la estrategia, quizás… no sea la mejor manera.
_ No has terminado la carrera - le dice cambiando su
anterior tono - ¿Nadie te atrae en la Universidad?
_ ¿Atraerme? Oh si…
_ ¿Entonces…? - se iluminan sus pupilas.
_ Pero estoy enamorado de Tatiana, papa’.
Fue la chispa. Omar cambio de color y su incontrolable
mal genio se hizo evidente.
_Una tipa mayor que tú, con un hijo a remolque y para
colmo de males…! Artista!
_ No la conoces. O mejor dicho, nunca has querido
conocerla.
_ !Me basta … - incontrolable,
el pecho de Omar se agita - con lo que se
y he visto!.
Alfredo sintió pena .Su padre no era el más indicado como
patrón de conducta .No después de lo que vivió su madre… definitivamente, no.
_ Me voy a dormir - y se da la vuelta
_ Vas a dejarla… - le murmura fuera de sí lo
suficientemente alto para que le escuche - por las buenas !o por las malas!
Alfredo se da la vuelta incrédulo .No es posibles que a
esas alturas… y el mismo se sorprende con su propia voz.
_ Quisiera saber… como vas a impedirlo.
_ Aun vives en esta casa… espera a ver.
Era tan predecible. Y pensar que ya casi…lo había
logrado. Sin embargo… ahí estaba. La misma respuesta, igual tono, la amenaza
.Su padre… volvía a recordarle pasajes que hubiera dado con gusto parte de su vida por olvidar.
_ Así… le hablabas
- dijo de manera extraña - y yo… estoy empezando a entender… por qué…
Las orbitas oculares parecían taladrar esa figura
desmoronada de su hijo.
_ ¿Qué… quieres decir?
Alfredo parecía no escucharle.
_ No tenía que… - solloza y le mira acusador -¿Porque’
no te separaste de ella papá, porque’…
simplemente no se divorciaron?
La imprevista reacción
de Alfredo le tiene anonado. No tuvo
valor para detenerle cuando pasó por su lado y se marchó
ensimismado. Adivinó lo que pensaba su hijo y la sola insinuación le
horrorizaba.
_ “¡Dios mío! - se dejo caer desplomado sobre el sofá -
Cuanto daño les hice… ¡Cuanto!
Y el pasado revive
cobrando, lo suyo.
4
Abre de un tirón la gaveta de su mesa de noche. El
espacio es limitado. En su interior, guarda Mercedes un indeterminado número de
pomos con medicamentos. La débil iluminación que entra a la recamara por
la ventana, no permite ver con claridad el nombre escrito en la etiqueta. Para
la mujer, esto no es problema, ni
siquiera un inconveniente. La identificación es innecesaria dado el caso. La mano femenina
extrae de varios frascos. El puñado de píldoras
se riega como naipes en la meseta. Los pies descalzos dejan la huella en el frio mosaico y mientras
su mirada se pierde en la nada una tras otra, cada pastilla es ingerida a golpe
de agua.
_ Mercedes…
La aludida gira a la voz del hombre y queda en
espasmo ante la presencia.
_ ¿Por qué… te has vestido así? – preguntó de manera
rara.
_ Voy a salir…
_ ¿Otra vez Omar?
_ Hace días te hable’ de esta Convención, ¿recuerdas?
_ No. No recuerdo absolutamente nada. Ni la hora, ni el
lugar ni tan siquiera el momento.
Se vuelve y camina algunos pasos buscando que hacer .Omar
le ve remover la losa con intención de lavarla. Recorre con la vista las curvas
del cuerpo femenino, ahora de espaldas y detiene la mirada en el movimiento
sensual de sus caderas. Aun ama su atractiva desnudez y la lujuria comienza a ocasionar
el efecto. Sin embargo, consulta el reloj. Por siempre, unos miserables
segundos y su deslealtad lo cambiaron todo.
_ Debo…irme.- se le acerca cauteloso - ¿Un beso…?
Mercedes queda en suspenso. El hombre hace mas corta la
distancia
_ Mercedes… - repite con suavidad.
Va a tocarla, pero la reacción inesperada le sorprende.
_! Mentiras… mentiras!
Tira al fregadero el plato y con la mano llena de jabón intenta detener en esfuerzo supremo una
lágrima, antes que desborde el llanto.
_ ¿Me crees idiota? - solloza
_ ¿Por qué te pones así?
_ Lo sabes muy bien - se estremece de dolor
_ ¿Vas a empezar de nuevo?
_ Te conozco - le mira sin temor a equivocarse - Ahora
vas a hacer que me sienta culpable.
_ ¡Es que tú ve fantasma donde no los hay!
_ ¡Ojalá y así fuera!
_ Cuando te pones así…
“_ ¡Lárgate! ¿¡No
es eso lo que quieres!? ¡Entonces vete!”
Abría la puerta y
alcanzó a escuchar la frase. Miro hacia la cocina y vio salir de ella a su
padre. Siguió hasta el cuarto sin decir palabra. Coloco la mochila en la cama y
cuando llego a besarla, ya Omar se había
ido.
_ ¿Crees que algún día, ustedes puedan entenderse?
_ Es que tu madre es muy sentimental - sonrió Mercedes en
un intento por disimular su estado anímico.
_ No mama. Que yo sé cómo es el. Así que no lo disculpes.
Dijo con rabia y salio al balcon. Veía la extensa cortina
de polvo que dejaba el auto en su afán
por alejarse.
5
Estaba haciendo una carrera vertiginosa.
Bajó la ventanilla esperando que la brisa despejara su
mente. No se sentía bien. Le incomodaba sobremanera que Alfredito presenciara
las desavenencias; ya no era lo mismo.
_Te noto… distraído. ¿Sucede algo?
_ No.
_ ¿Puedes subir el cristal?
Lo hizo de poca gana. La rubia sentada a su lado
escudriñaba en el espejo su peinado. Conforme, guardo’ la polvera en su cartera
y se volvió de medio lado .Observó al hombre .Le gustaba… desde cuándo .
La culpa la tuvo su amiga cuando dijo que le amaba. ¿Se
puede amar a los catorce años? No . Pero si a los dieciocho, harta de escuchar
pequeños detalles acerca del mismo hombre .Se lo sabía de memoria. A los veinte,
la curiosidad te mata y si no eres virgen, las hormonas ganan y el deseo te obsesiona. Había llovido desde
entonces.
_ No, no estas distraído - rectificó al descubrir en el
rostro el gesto conocido - … estas preocupado.
El hombre se mordió el labio y la mujer se estremeció al
buscar la similitud de los mismos labios besando otra boca. Ajeno a los pensamientos
femeninos contestó:
_ Mercedes… comienza a ponerme nervioso.
_ ¿A ti?
_ Está sospechando…
– Debería estar acostumbrada - fue
lastimosamente sarcástica.
_ Cuanto has cambiado Maritza -dijo con cierta decepción
-Apenas reconozco a la mujer que antaño, tuvo una relación algo… seria conmigo.
_ De nada me sirvió, al final te casaste con otra –
replicó con rabia - … y el tiempo no corre por gusto.
_ Ese era el riesgo y tú lo sabias, cuando te metiste
entre nosotros.
_ Tenía la esperanza de que al final, te decidieras por
mí.
_ El sexo no es todo.
_ Tampoco todas, son como “ella”.
_ ¿Cómo quién?
_ Como tu esposa claro. No soporto quedarme en casa con
la sospecha de que mi marido anda con otra.
_ Pero reconoces que Mercedes es una buena mujer…
_! Si! - le dice molesta - De todas maneras si te
hubieras casado conmigo... a lo mejor ya no…
_ Cada hombre “sabe”, cual es la mujer que quiere para
madre de sus hijos - le interrumpe - La “otra”, nos saca de la rutina.
_ Eres... cruel, déspota.
_Somos… tal para cual.
Mira por la ventana simulando una lagrima, sin embargo
cuando vuelve a hablar su tono alegre
oculta el dolor que le ha provocado el
comentario masculino.
_… aunque a mi realmente no me importa - sonríe zalamera
- A fin de cuentas… ¿Dónde está ella y con quien estoy yo? ¿Puedo saber a dónde
me llevas hoy?
_ Uh, uh… - niega sin perder de vista el camino - Si te
digo, deja de ser una sorpresa.
Al hombre le complace su risa coqueta y recuerda los
años juveniles cuando la mujer a su lado
le miraba diferente y su risa, estaba pintada de menos maldad y más inocencia.
Pero quien era para juzgarla. Él no debía andar por donde
andaba, ni estar con quien estaba , ni repetir lo que venia haciendo desde
siempre con una excusa ayer; un pretexto hoy, un invento mañana .
Y su conciencia le hizo pensar en Mercedes.
La misma mujer que durante años de convivencia, se desvelaba esperándole .Muchas noches. Veces por cuestiones reales de trabajo, otras…
por cuestiones que definitivamente no podía explicarle. En ese instante se reconocía
como un cínico sinvergüenza. Definitivamente, no la merecía. Y se preguntó por
primera vez, si debía ponerle fin a todo aquello.
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